No es ninguna coincidencia que la primera ley de protección animal del mundo fuera aprobada por el Parlamento Británico en 1822. En ese momento, el filósofo moral Jeremy Bentham, fundador del utilitarismo, era una figura muy prominente de la sociedad británica. El concepto del utilitarismo de Bentham establece que la mejor acción es la que produce el mejor resultado para el mayor número de individuos, incluyendo a los animales. El mejor resultado se calcula como la suma de placer y felicidad menos la cantidad de dolor y sufrimiento.
Esta idea tan influyente de Bentham fue el origen de las sociedades del bienestar de hoy en día, y también sirve de base filosófica para el bienestar animal. La idea de que los animales en las granjas no deberían sufrir de estrés, miedo, enfermedad o lesiones ha sido una norma de actuación bien establecida al menos desde los años 60. Desde ese momento, el concepto del bienestar animal se ha desarrollado hasta el punto de exigir no solo la ausencia del sufrimiento, sino también la presencia de emociones positivas. Ver el proyecto de la Comisión sobre la Calidad del Bienestar Animal (European Commission´s Welfare Quality Project).
Los estudios sobre el bienestar animal eliminan el sufrimiento de los animales
Cualquier afirmación de que la ganadería es una práctica cruel está relacionada directamente con el concepto del sufrimiento animal. El sufrimiento puede ocurrir en las granjas en muy raras ocasiones, pero no es de ninguna manera la práctica habitual en Europa. Los actos de crueldad animal pueden deberse a una gestión deficiente o la falta de formación, y siempre deberían ser notificados a las autoridades pertinentes.
Mediante métodos científicos comprobados, los investigadores sobre el bienestar animal están bien equipados para determinar si los animales sufren o no, y muchos de los estudios modernos sobre el bienestar animal se centran en el enriquecimiento diseñado para mejorar el estado emocional positivo de los animales de granja. Estos conocimientos basados en la ciencia son, y seguirán siendo, desarrollados y reflejados en los sistemas modernos de estabulación de los animales de granja. Estos sistemas de estabulación están diseñados para que los animales puedan tener una vida y una experiencia positivas en general. Si los animales sufrieran por norma general, dichos sistemas estarían prohibidos.
Buscar el equilibrio entre el dolor y el placer se convierte rápidamente en algo personal
Una crítica importante del utilitarismo de Bentham plantea de qué manera tenemos que calcular el resultado de nuestras acciones en términos de «sufrimiento» y «felicidad». Está claro que dichos cálculos pueden convertirse rápidamente en una cuestión de opinión y de interpretación.
Podemos argumentar a favor de la producción ganadera hablando sobre los puestos de trabajo que genera, las familias que viven de ello, la necesidad que tenemos de consumir proteína animal, la diversidad creativa de los chefs y diseñadores, la seguridad del suministro de alimentos y muchas otras cuestiones que contribuyen al bienestar humano. Pero algunas personas argumentan que estos beneficios no son más importantes que cualquier tipo de sufrimiento animal, y que al igual que es imposible tener coches y carreteras sin accidentes de tráfico, no puede haber granjas sin que los animales experimenten angustia en algún momento. Como tal, la postura de «dolor cero» es legítima, pero por supuesto existe junto con otras posturas legítimas dentro de nuestra sociedad libre con sus valores diversos.
Que la producción ganadera sea cruel o no al final se reduce a los valores personales y la interpretación de cada uno del sufrimiento. Es muy difícil, si no imposible, encontrar una forma de vida –humana o no– que no haya experimentado dolor en algún momento. Es práctica habitual en la producción ganadera moderna tratar a los animales que están sufriendo lo más rápido posible, y si podemos aceptar esto, no podemos llamar cruel a la producción ganadera.
Fuentes:
– EU Welfare Quality Network
– Brambell 1965 reference