Artículo de opinión de European Livestock Voice

El «Cambio Climático» y el «Bienestar Animal» no se pueden reducir a simples eslóganes

Nuestro artículo de opinión publicado en Euractiv.com ofrece algunas puntualizaciones sobre la razón por la que este amplio conjunto de asociaciones sectoriales se han unido bajo la bandera de European Livestock Voice para manifestarse en contra de la desinformación acerca de la ganadería a nivel europeo.

Artículo:
Siempre ha existido una gran polarización en el debate sobre los animales de ganadería, pero cuando el debate sobre la producción ganadera se vinculó con el cambio climático, la polarización se convirtió en estigmatización.

De repente surgió un fuerte discurso que incitaba a las personas a sentirse culpables, no solo por la producción de la carne, sino también por su consumo, y no tardaron demasiado en llegar exigencias como la de imponer a los productos de origen animal un «impuesto al pecado».

El discurso siempre se presenta como blanco y negro, el bien contra el mal, y nos da a entender que la salud de nuestro planeta y la moralidad humana exigen una reducción dramática -si no total- de la producción ganadera.

Aunque es verdad que debemos abordar la cuestión de las emisiones y demás efectos derivados de la ganadería, como en efecto ya se está haciendo, existen errores fundamentales en el debate público sobre la producción ganadera. Tanto el cambio climático como el bienestar animal son cuestiones sociales y éticas complejas, pero algunos grupos de interés reducen esta complejidad a unos eslóganes simplistas, pero muy llamativos para el público. Cuando esto ocurre, nos arriesgamos a perder de vista el objetivo inicial.

Por ejemplo, tenemos campañas para el bienestar animal con nombres como: «La lana es cruel», «La carne es asesinato» o «Poner fin a la edad de la jaula». Estos eslóganes intentan resumir la cuestión del bienestar animal en tres o cuatro palabras, añadiendo además el calificativo de «moralmente equivocado» como si fuera un hecho objetivo. Pero sabemos que la cuestión no es ni mucho menos tan sencilla. Si miramos el ejemplo de las jaulas, aunque existen muchas buenas razones para asociar los modelos de cría en libertad con un buen bienestar animal, no siempre es el caso: la mortalidad entre gallinas ponedoras, por ejemplo, es más alta en los sistemas de cría en libertad que en los modelos con jaula. Si queremos basar nuestras decisiones éticas en conocimientos científicos con el fin de conseguir el bienestar animal, no se puede reducir la actividad ganadera a una cuestión de cría en libertad o cría en jaulas.

Lo mismo ocurre con el debate sobre el cambio climático. Reemplazar los productos de origen animal con alternativas de origen vegetal no es la solución universal al cambio climático. Este enfoque tan simplista obvia varios otros aspectos importantes del medio ambiente como la biodiversidad, la estructura y los paisajes rurales, y consideraciones éticas como el suministro y la seguridad de los alimentos, también para países en vías de desarrollo, la importancia de los nutrientes esenciales para nuestra dieta como las proteínas, las actividades culturales relacionadas con la ganadería, o la circularidad inherente del suprarreciclaje de pieles para producir cuero y otras fibras textiles naturales, que son alternativas duraderas a los textiles de corta vida basados en el plástico.

Sin ánimo de echar leña al fuego en cuanto a la imagen ya polarizada de lo que es “bueno o malo” en nuestros platos (¡la mayoría de los que comemos carne también comemos verdura!), deberíamos señalar que las dietas vegetarianas tampoco son neutras en sus efectos sobre el medio ambiente. Por ejemplo, un kilo de frutos secos requiere dos veces la cantidad de agua necesaria para producir un kilo de pollo, y aunque el ganado puede que tenga un impacto ambiental mayor que la verdura y otros productos de origen vegetal, el ejemplo sirve para ilustrar que el debate sobre el clima no es tan sencillo.

No obstante, si nuestro objetivo final es reducir los gases de efecto invernadero, y aceptamos que las personas tenemos que comer, se concede que la manera más eficaz de conseguirlo es sin duda reemplazar las fuentes de energía basadas en combustibles fósiles con alternativas más ecológicas. Es la solución más obvia y sencilla, a pesar de no estar bien reflejada en el debate público. Podríamos añadir que la ganadería se distingue por su uso de fuentes de energía verdes como el biogás o los biocombustibles.

El pluralismo moral es un requisito previo para nuestras sociedades libres y liberales. Forma parte de la naturaleza de los valores que las personas tengan opiniones morales distintas, y a menudo estas opiniones se contradicen entre sí. Considerar el bienestar animal y el cambio climático desde una perspectiva crítica con la ganadería es perfectamente legítimo, pero resulta que el debate sobre la ganadería ha llegado al punto de que los valores se proponen como hechos, y los mitos y prejuicios sobre la ganadería son alimentados por grupos de interés que presentan una narrativa simple pero efectiva: la producción animal existe únicamente para satisfacer los intereses económicos, está plagada por ejemplos de negligencia hacia los animales, y es la responsable del cambio climático.

European Livestock Voice es una coalición de varios sectores de producción animal con sede en Bruselas. Los socios se han reunido para hacer justo lo que sugiere el nombre de la asociación: crear una plataforma donde los diferentes actores del sector ganadero puedan alzar la voz y tratar de equilibrar el debate sobre cuestiones sociales tan importantes como el bienestar animal y el cambio climático. Está claro que los valores anticuados tienen a veces que dejar paso a nuevas ideas, pero cuando esto sucede, va en beneficio de la sociedad que se tengan en cuenta todos los hechos. De igual manera, las cuestiones éticas complejas deberían tratarse como tales, lo que significa que el bienestar animal no se puede reducir a una versión bienintencionada de «justicia animal», sino que se debe considerar teniendo en cuenta las necesidades de todas las partes interesadas. A pesar de que, para algunos, imponer un «impuesto al pecado» a la proteína animal parece una solución fácil para mitigar el cambio climático, contribuiría enormemente a la desigualdad económica, que también es una cuestión ética relevante. Un debate democrático cualificado nunca es sencillo. Y cuando se trata de la elaboración de políticas, los debates tienen que basarse en la ciencia y en los hechos.

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