CONVIVENCIA Y COMER JUNTOS: BENEFICIOS INFRAVALORADOS DE LA DIETA MEDITERRÁNEA

Una de las características de la dieta Mediterránea que a menudo se pasa por alto es la preparación y el compartir la comida de forma conjunta. La convivencia y la práctica de comer juntos, pueden contribuir a mejorar la salud. Un nuevo estudio revela la importancia de la convivencia para impulsar parte de los efectos saludables del estilo de vida mediterráneo. Las personas comemos todos los días, no sólo para cubrir nuestras necesidades nutricionales, sino también porque la dimensión social de compartir las comidas es una parte central de la civilización humana y de las culturas alimentarias de todo el mundo. En particular, la dieta mediterránea, bien conocida por ser sostenible y tener un perfil nutricional óptimo que aumenta la longevidad y minimiza la morbilidad, considera la preparación y el hecho de compartir los alimentos como piedras angulares intrínsecas.

Un fenómeno social beneficioso

La dieta Mediterránea se ha relacionado positivamente con una baja prevalencia de enfermedades crónicas degenerativas, bienestar psicológico y niveles más bajos tanto de ansiedad como de depresión. Entre las características del modelo mediterráneo tradicional se encuentra el acto de comer y compartir alimentos con otras personas en la misma mesa, desde una cena formal hasta una reunión festiva o una comida familiar ordinaria. Este fenómeno social fundamental ha seguido siendo una práctica social profundamente arraigada a lo largo de la evolución humana, que se remonta a nuestros predecesores primates, quienes compartían el sustento, un factor clave para aumentar el éxito y la seguridad del grupo. La convivencia y el placer que se deriva de las experiencias alimentarias compartidas contribuyen a sus beneficios para la salud y, sin embargo, son características de la dieta Mediterránea que a menudo se pasan por alto. La liberación de sustancias neuroquímicas, como la oxitocina y las endorfinas, podría explicar tales beneficios.

En un estudio de 2023, los científicos informan de un riesgo un 29% menor de mortalidad por todos los tipos de causas y un 28% menor de mortalidad por cáncer en aquellas personas con una alta adherencia a los hábitos dietéticos mediterráneos. La categoría más estrechamente vinculada a estos riesgos reducidos -así como a un menor riesgo de mortalidad por enfermedades cardiovasculares– fue «la actividad física, el descanso, los hábitos sociales y la convivencia«. La dieta Mediterránea es a menudo elogiada por ser muy apetitosa, gracias al uso de ingredientes locales y recetas tradicionales, en contraste con los consejos dietéticos de algunos países en los que las costumbres culinarias predominantes a menudo giran en torno a normas rígidas, una sensación de privación, con una mínima consideración por los aspectos del sabor, el patrimonio culinario, las comidas compartidas o el simple placer de comer. Una mayor adherencia al estilo de vida mediterráneo se ha asociado con mayores niveles de bienestar en los adolescentes, un 30% menos de riesgo de depresión y un 40% menos de riesgo de deterioro cognitivo. Experimentalmente, compartir las comidas también puede ser una estrategia terapéutica productiva para el tratamiento de la depresión, lo que añade más pruebas experimentales de las acciones terapéuticas de la dieta Mediterránea.

La convivencia tiene un impacto significativo en el bienestar general

La convivencia y la salud son conceptos estrechamente relacionados, ya que las conexiones sociales y las interacciones positivas con los demás pueden tener un impacto significativo en el bienestar general, construyendo a relaciones sólidas, fomentando un sentido de comunidad y creando un entorno de apoyo en el que las personas puedan prosperar. El contexto social ejerce una profunda influencia en el comportamiento alimentario. Cuando estamos en compañía de otras personas, nuestras elecciones y pautas alimentarias difieren significativamente de cuando cenamos en soledad. Por ejemplo, los adultos que comen solos consumen menos fruta y verdura y más comida basura que los que comen acompañados.

Además, la familia es la unidad comensal más fundamental. Las familias que comen juntas tienden a tener dietas más sanas, y sus miembros tienen menos probabilidades de padecer sobrepeso u obesidad, un mejor rendimiento académico en los jóvenes y mejores resultados en la salud mental. Cada vez hay más pruebas que demuestran que el entorno familiar es esencial para desarrollar conductas alimentarias positivas en niños y adolescentes, ya que la convivencia alimentaria puede promover hábitos alimentarios saludables. De hecho, la mesa de la comida o la cena es el lugar donde se refuerzan los vínculos sociales, continúa el intercambio cultural y el encuentro con otras personas permite el intercambio intergeneracional. Estos aspectos simbólicos son especialmente evidentes en los rituales asociados a celebraciones y eventos comunitarios o familiares, una oportunidad para compartir una comida en un ambiente de celebración, risas y convivencia.

Los límites de una alimentación fragmentada e individualizada

Por el contrario, la dieta y el estilo de vida occidentales se caracterizan a menudo por patrones alimentarios fragmentados e individualizados, con hábitos alimentarios acelerados y una baja calidad nutricional general vinculada a una disminución de la convivencia y las comidas en grupo, lo que contribuye a resultados adversos para la salud. Las investigaciones epidemiológicas sobre las llamadas «Zonas Azules«, regiones con una longevidad excepcional, revelan un rasgo común: una fuerte convivencia y patrones de alimentación con más personas. Las personas con fuertes vínculos sociales y sentido de comunidad gozan de mejor salud que las que están socialmente aisladas. El apoyo social se ha vinculado a un menor riesgo de depresión, ansiedad y otros trastornos mentales, así como a un menor riesgo de problemas de salud como cardiopatías, accidentes cerebrovasculares y diabetes. Además, la convivencia alimentaria puede animar a las personas a probar alimentos nuevos y saludables, ya que compartir las comidas con otros puede poner en contacto a las personas con diferentes culturas culinarias, fomentando una dieta diversa y equilibrada.

Basándose en las pruebas disponibles, los científicos sugieren iniciativas e intervenciones de salud pública dirigidas a aumentar/mejorar directamente las relaciones e interacciones sociales, la creación de redes y la sociabilidad de las personas. Dado que la sociedad moderna se caracteriza cada vez más por el aislamiento social y la soledad, los científicos recomiendan fomentar las comidas compartidas y la convivencia para mejorar los hábitos alimentarios y de vida de las personas.

«La salud está estrechamente vinculada a una dieta sana y a una actividad física adecuada, pero la nutrición y la actividad física pueden hacer más, facilitando la creación de redes sociales entre las personas que, a su vez, pueden promover el bienestar – afirma Elisabetta Bernardi, bióloga nutricional y autora principal del estudio – Cuando se piensa en la dieta Mediterránea para explicar sus beneficios para la salud, es necesario pensar también en los aspectos sociales, en comer juntos. La convivencia puede beneficiar de muchas maneras, como reducir el estrés, mejorar el estado de ánimo, mejorar la ingesta de nutrientes y aumentar la felicidad y el bienestar. Por lo tanto, la convivencia y las experiencias positivas relacionadas con la comida también pueden conducir a mejores elecciones dietéticas«.

Fuente: Artículo original de la European Livestock Voice