Una manera muy fácil de reducir las emisiones –algo que se suele obviar en los debates públicos– es simplemente limitar y reducir el desperdicio de alimentos. Según la FAO, entre un 40 y un 50% de fruta y verdura se desperdicia en origen, mientras que las pérdidas para carne y lácteos se estiman en un 20%. El desperdicio de alimentos representa un 8% de emisiones globales. En los países industrializados, más del 40% del desperdicio se origina en el punto de comercialización y a nivel del consumidor, así que abogar por reducir los niveles de desperdicio de alimentos también puede contribuir a reducir emisiones.

La intensidad de emisiones del metano y la posibilidad de mitigar todas las emisiones asociadas varía considerablemente entre regiones y entre sistemas de producción. La FAO estima que esta gran diferencia en la intensidad de emisiones de los productos procedentes de los rumiantes se debe a las distintas condiciones agroecológicas, los métodos de explotación agrícola y la gestión de la cadena de suministro. Se pueden buscar muchas opciones para mitigar emisiones dentro de esta variabilidad, y con los incentivos adecuados, se pueden aprovechar para cerrar esta brecha.

También existen soluciones para reducir emisiones dentro de la explotación misma, y los ganaderos ya han tomado varias medidas en este sentido a lo largo de las dos últimas décadas. En un nuevo informe de la FAO, se estima que reducir parcialmente la brecha de intensidad de emisiones dentro de los sistemas de producción existentes a través de una gestión más eficiente, podría reducir emisiones en un 30%. 

Entre las oportunidades que se han identificado para reducir emisiones, hace falta investigar en profundidad para poder medir con precisión el impacto que tendrían sobre la productividad y la relación coste-eficacia. Dichas oportunidades se pueden clasificar en tres amplias categorías: 

  • Pienso y nutrición: El abastecimiento de materias primas y la etapa de elaboración de piensos representa el grueso de las emisiones asociadas con la producción porcina, avícola y piscícola. Se ha realizado un trabajo significativo para establecer la metodología (reglas de categoría  para la huella ambiental de producto (RCHAP, pienso para animales destinados a la producción de alimentos) y la base de datos (Global Feed LCA Institute) para que los fabricantes de piensos puedan tener en cuenta la reducción de la huella ambiental durante el proceso de formulación del pienso si así lo solicitan los operadores de los siguientes eslabones de la cadena de producción. A lo largo de los años, la innovación en la ciencia de la nutrición animal ha creado soluciones como aditivos para piensos como aminoácidos, enzimas y probióticos que han permitido un uso más eficiente de las materias primas disponibles, reduciendo el impacto sobre las emisiones de GEI, la acidificación y la eutrofización. Por ejemplo, la fitasa (la enzima más utilizada en el mundo para elaborar piensos) aumenta en los animales la digestibilidad del fósforo disponible en las materias primas para piensos, con el resultado de que los animales tienen que ingerir menos pienso. Los efectos positivos de los aditivos para piensos para reducir la huella ambiental de la ganadería se han demostrado mediante un Análisis de Ciclo de Vida como parte de un proyecto específico llamado Proyecto sobre la Sostenibilidad de Ingredientes en Piensos (Specialty Feed Ingredients Sustainability Project – SFIS) Para el ganado vacuno en concreto, se puede conseguir una mejora en la calidad de alimentación mediante una gestión más eficiente de pastizales, mayor diversidad de especies de pastos, mezcla de forraje, y un uso más extendido de suplementos de origen local. Alinear la producción de los rumiantes con los recursos disponibles de pastoreo, garantizar el equilibrio de raciones y asegurar una preparación y conservación adecuada del alimento mejorará la absorción de nutrientes y la productividad y la fertilidad de los rumiantes. Existen muchas investigaciones sobre la reducción de emisiones entéricas procedentes de los rumiantes, por ejemplo, mediante la adaptación de la composición del forraje y de las materias primas utilizadas, y el uso de aditivos para piensos.
  • Sanidad y cría animal: Aumentar la eficacia biológica del rumiante mediante mayores índices de reproducción y una vida reproductiva más extensa son claves para reducir las emisiones de metano, pero estos esfuerzos pueden verse limitados por las enfermedades, sobre todo por las enfermedades endémicas que limitan la producción. Las enfermedades que limitan la producción tienen varias consecuencias negativas que incluyen la muerte o sacrificio de animales anteriormente sanos, el engorde reducido, una producción y calidad disminuidas de la leche, una reducción en la fertilidad, el aborto y/o un aumento de desperdicio dentro del sistema. Por tanto, reducir la incidencia de enfermedades endémicas dará lugar a animales más sanos y más productivos. 
  • Técnicas avanzadas de monitorización: Las oportunidades que ofrecen la tecnología y el internet de las cosas, el big data, el blockchain, los drones y la teledetección con sensores para el ganado extensivo pueden presentar oportunidades para desarrollar formas totalmente nuevas de controlar las emisiones de GEI y su extracción con un nivel de detalle desconocido hasta ahora, y posiblemente con una reducción del factor de incertidumbre y una mayor precisión. La inteligencia artificial y la capacidad informática cada vez mayor permitirán que los sistemas del futuro puedan procesar enormes cantidades de datos y facilitar resúmenes, líneas de tendencia y análisis a demanda. Estos avances pueden derivarse en un futuro control y optimización de los animales en sí. Es evidente que la incorporación de estas tecnologías requerirá de la financiación suficiente y una clara rentabilidad sobre la inversión.

Fuentes: