Con frecuencia se cita la cantidad necesaria de 6-20 kg de cereales para producir 1 kg de carne. Estas cifras desde luego son inexactas para Europa, y el cálculo es incorrecto incluso a nivel global.

Si utilizamos el sistema de producción de rumiantes de la UE como ejemplo, podemos decir que está basado en el pastoreo y en sistemas mixtos. Los pastizales tienen una función importante como forraje para alimentar al ganado, convirtiendo los pastos en un alimento con un alto valor nutritivo. Por otro lado, el pienso concentrado para ganado está compuesto de restos de cosecha y subproductos de cereales (de las fábricas de fécula y destilerías), cultivos proteicos (productos derivados de los guisantes), oleaginosas (colza, girasol), fruta (pulpa de cítricos), hortalizas y tubérculos (pulpa de remolacha, patata) y leche (suero de leche de las fábricas de queso). 

Por tanto, la porción de alimentos aptos para el consumo humano procedentes del pastoreo y de los sistemas mixtos del sector de rumiantes es muy escasa. En el ámbito global, la materia de forraje apta para el consumo humano representa un 13% de la proporción global de la alimentación para ganado.

Fuente: GLEAM, FAO

Un estudio reciente realizado por algunos investigadores de la Friedman School of Nutrition Science and Policy ha demostrado que en una comparación de diez dietas distintas, las que están más orientadas al veganismo revelan una utilización peor y menos diferenciada de los «recursos de la tierra». 

Diez dietas muy distintas entre sí, que representan diez maneras de influir en el medio ambiente. Diez maneras para influir en nuestras vidas y en la vida natural, y por extensión en la biodiversidad global y, de alguna manera, en elementos del patrimonio cultural como el paisaje. Resulta que de entre las diez dietas, las que excluían los alimentos de origen animal, que suelen estar consideradas como moralmente más aceptables, eran menos eficientes en su gestión de la tierra, concentrándose únicamente en la explotación de tierra cultivable y de uso cómodo.

Según las conclusiones, la tierra empleada para las dietas veganas alimentaría a menos personas que la tierra empleada para soportar una dieta omnívora. Por tanto, puede que eliminar todos los productos de origen animal de forma repentina y categórica no sea la opción más sostenible a largo plazo. 

Puede que una dieta vegana no sea la elección más adecuada en función de la población humana, las necesidades proteicas y la gestión de los recursos mundiales del suelo. De hecho, en un escenario hipotético compuesto al 100% por veganos, necesitaríamos más tierra cultivable, ya que los ingredientes de la dieta vegana se producen en tierras con muy baja eficiencia, por ejemplo, en pastizales.

No todas las tierras agrícolas son comparables en cuanto a su productividad teórica. Algunas tienen un mejor rendimiento con cereales, pero son ineficientes para la producción de fruta y verdura (por ejemplo, tierras arcillosas con pocos recursos hídricos), mientras que otras sirven únicamente como pastizal, ya que el cultivo de verduras requeriría un factor energético demasiado elevado (densidad de piedras, profundidad del suelo, inclinación del suelo, etc.).

Disponible en: https://www.elementascience.org/articles/10.12952/journal.elementa.000116/  Elementa Magazine – Science of the Anthropocene